lunes, 24 de febrero de 2014

Acerca de patrocinios




¿Patrocinar por patrocinar?

 “Solemos patrocinar de todo un poco”.
“Sí, la verdad es que este patrocinio no tiene nada que ver con nuestra empresa, nuestros productos y nuestros servicios, pero total… no cuesta mucho”.
“Lo hacemos porque es un compromiso del presidente de la compañía”

Éstas son algunas de las afirmaciones que he oído sobre patrocinios. Simplemente porque en numerosas empresas ni el concepto está claro, ni nunca han hecho un análisis antes de contratar un patrocinio. Ni tampoco tienen una política de patrocinios. Esto me ha hecho pensar que algunas empresas a veces patrocinan por patrocinar; y otras, patrocinar todo lo que el mercado les ofrece, simplemente porque creen que es bueno para la empresa, o porque está de moda hacerlo.

Por esta razón, a veces, cuando el presidente o el director general de una compañía son contactados por un personaje influyente, por quedar bien con éste, algunas empresas aceptan la oferta y desde la alta dirección dan la orden directamente al departamento respectivo para que se haga. De este modo, como era una acción que no estaba dentro del plan, se termina por adaptar la Política de Comunicación a decisiones inadecuadas.

En otras ocasiones, por diferentes razones, directivos con poder, reciben ofertas de patrocinios por parte de clientes importantes. Y en vez de dirigirlos a los departamentos especializados, tras creer que están haciendo un bien a la compañía, terminan por imponer un proyecto que, la mayoría de las veces, no es rentable para la entidad. Lo que desconocen estos directivos es que estas mismas ofertas de patrocinios “enlatados” son ofrecidas a muchas otras empresas, tanto de la competencia como de la concurrencia.

En casos como los anteriores, lo mejor es negociar y transformar un patrocinio genérico en un “patrocinio a la carta”, que no sea un gasto para quedar bien, sino que sea una inversión que ayude a satisfacer necesidades comerciales y de imagen pública de la institución.

En situaciones como las comentadas anteriormente lo más recomendable es aceptar que no se tienen las ideas claras y aprovechar la oportunidad para ponerse de acuerdo en lo básico, en lo evidente, aplicando el sentido común para establecer las reglas del juego y aprovechar la oportunidad de diseñar una política de patrocinios. Mientras tanto se puede contestar: “Déjenos su propuesta; estamos trabajando en el diseño de nuestro programa de patrocinios, cuando lo tengamos definido evaluaremos todas las ofertas que hemos recibido y le informaremos si la suya se podría ajustar a nuestro plan de patrocinios de este ejercicio”.

Pero ¿qué es un patrocinio?

Un patrocinio es un acuerdo entre un sujeto o entidad llamado patrocinado y una empresa u organización denominada patrocinador. Según el Diccionario de la Real Academia de la Lengua “patrocinar” es “apoyar o financiar una actividad frecuentemente con fines publicitarios”. También se entiende como amparar y proteger.

El patrocinio, además de un acuerdo, es un instrumento de marketing basado en una relación comercial entre una persona, entidad e, incluso, un acontecimiento, que vende unos derechos de “explotación”, y un patrocinador que compra estos derechos en forma exclusiva o compartida, con el objeto de conseguir ventajas de imagen pública y comerciales.

Por lo tanto, para conseguir estas ventajas, al igual que otras actividades de la Política de Impulsión de la compañía o de la institución, lo aconsejable es que el patrocinio tenga valor por sí mismo, contenidos coherentes, objetivos claros, un target definido y, sobre todo, que forme parte de un plan o pueda ser incluido en un plan de impulsión.

¿Qué recibe el patrocinado a cambio del derecho de utilización de la imagen que cede?
La mayoría de las veces, dinero. Y, en algunas ocasiones recibe especies, productos y servicios del patrocinador.

¿Y qué recibe el patrocinador?
El derecho a usar la imagen del sujeto u objeto patrocinado, pudiendo, incluso, poner su marca en uno o varios soportes físicos utilizados por el patrocinado, como por ejemplo en vestimenta, en vehículos, etc.

En otros casos, y según conste en contrato, debe actuar como prescriptor de la marca o de un producto de la empresa, en soportes publicitarios y en eventos donde el patrocinado se muestre en público. También se puede dar el caso de algunos patrocinados que mencionan verbalmente el uso de productos de la marca patrocinadora.

De todo lo anterior se deduce que hay patrocinios integrales o parciales y exclusivos o compartidos.


Aspectos básicos recomendables a tomar en cuenta ante una oferta de patrocinio.

Hacer una auditoría de nuestros patrocinios.
Con el objeto de saber qué estamos haciendo, quién los está ordenando, qué coste tienen y, sobre todo, qué recibimos a cambio.
El beneficio que generan debe ser mensurable. Si no es posible, es aconsejable no patrocinar.

Disponer de un presupuesto para patrocinios.
En las partidas del plan de impulsión debería estudiarse la
conveniencia de incluir una cantidad destinada a patrocinios.  
Si no se ha previsto una partida, entonces hasta no disponer de un presupuesto se debería esperar. De lo contrario las empresas podrían cometer el error de distraer fondos de otras partidas de impulsión previstos en el plan de marketing.

Prever un presupuesto para explotarlo adecuadamente.
Lo recomendable es prever un presupuesto que contemple el precio del patrocinio más la explotación del mismo. La partida destinada a explotar el patrocinio debería ser, por lo menos, el doble del coste del patrocinio.

Es importante cerciorarnos que nos garantice repercusión y difusión suficientes y que, además de tener notoriedad propia, el patrocinio sea susceptible de ser explotado desde varios frentes: publicitario, promocional, merchandising, relaciones públicas internas y externas, publicitiy, eventos, ferias, vía pública, Internet, y otros.

Que tenga una buena relación precio adecuado/calidad demostrada/rentabilidad garantizada.
Comprobar los beneficios que el sujeto patrocinador obtendrá, al menos, en el período de tiempo de la vigencia del patrocinio. Y no sólo en términos crematísticos, también en valores intangibles, como imagen pública, credibilidad, reputación y confianza.

Que sea compatible con la estrategia de comunicación de la compañía.
Que refuerce el “posicionamiento” de la entidad y que la ayude a conseguir un mayor recuerdo de marca.

Que aporte un valor añadido.
Que permita generar nuevos negocios, para que sea una inversión y no un gasto.

Que, incluso, permita establecer vínculos emocionales, no sólo con nuestros clientes, sino también con nuevos targets.

Asegurarse que un porcentaje importante de los públicos objetivos del “objeto/sujeto” patrocinado sean coincidentes con los públicos objetivos de la entidad patrocinadora

Que llame la atención y despierte el interés entre los públicos objetivos de la entidad.
Que permita generar opiniones favorables hacia la entidad patrocinadora.

Que la relación entre el patrocinio y los productos, servicios y principios de la entidad sea lo más estrecha posible.

Que posea atributos positivos, con el objeto de intentar transferirlos a la imagen pública de la entidad patrocinadora.

Que sea complementaria con otros patrocinios de la entidad, para producir sinergia.

Que tenga un “efecto veta”.
Es decir, que sea posible conseguir una progresión en cuanto a explotación y, en lo posible, que permita
encontrar un “concepto promocional” original con el apellido de la entidad que paga el patrocinio.

Detectar un nicho de mercado propio.
Sentar las bases de una Política de Patrocinios de la entidad, con objetivos a corto, medio, y largo plazo.